martes, 13 de noviembre de 2012

rayuela

RAYUELA
quae dificulty os acear esti is un imposibol testue para acear en una semania.Gradie por estar autentie

Que dificil es hacer este imposible texto en una semana.Gracias por estar atento

martes, 6 de noviembre de 2012

EXPOSICION


PELOTAMANO

La pelota mano es un deporte creado por los vascos .La pelota consiste en darle a la pelota con la mano y que no salga de la raya que hay .En la pelota mano a hay distintas categorías como pre benjamín, benjamín juvenil cadete y más. Los partidos suelen ser de 22 puntos pero en algún caso pueden ser a 18 puntos. Hay varias clases de pelotas como la dura la blanda y la normal, para la dura te tienes que poner una especie de capa llamada tacos para que no te hagas daño .Los equipos en un partido se dividen en dos partes azul y rojo.
Los chicos de Lagun Artea se impusieron a la pareja de jóvenes gitanos.
Hola blog.como tengo algunas faltas de ortografia voy a corregirlas por medio de estos ejercicicios interactivos
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Abdel

ABDEL

AUTOR:ENRIQUE PAEZ
Ha travajado varios años como educador y tambien  a estado relacionado como educador y tambien ha estado relacionado con el campo editorial.En la actualidad se dedicaesclusivamente a la literatura.Con su primer libro para niños obtuvo en 1991 el premio lazarillo.
RESUMEN DE EL TEXTO


Abdel es un chico marroquí. Vive en un cementerio porque la policía y una banda de traficantes de droga le buscan, y se dedica a escribir en su cuaderno.
Nació en alguna parte del desierto, en una jaima o tienda de una caravana de tuaregs que se dirigían a Hauza.
Se vino a España porque en los libros que había leído las historias que contaban le dieron una idea equivocada de este país.
Sus padres son Yasir Muhbahar y Amina.
Su padre se encuentra en la cárcel y su madre esta muerta.
Los tuaregs son un pueblo nómada y vagan por el desierto con sus rebaños de ovejas y cabras.
También reciben el nombre de los hombres azules porque los mantos teñidos que les cubren del sol van coloreando poco a poco su piel.
La vida con los tuaregs es viajar de aquí para allá por el desierto con sus rebaños de ovejas y cabras.
A Abdel lo enseño a leer Ben Abjalah, Ben le enseño a Abdel a amar los libros.
En sus viajes Abdel, cogía un zurrón de libros y los leía tres o cuatro veces antes de devolverlos.
La luz del desierto era cegadora y caliente, los sirocos y las tormentas de arena se abatían sobre las caravanas, llegando a sepultar caballos y camellos.
Por la noche, el frío calaba en los huesos y agrietaba el suelo. Siempre hay un silencio abrumador solo roto por el viento y el roce de la arena.
Se levantaban frotándose con la arena y cuando lluvia bailaban con los brazos abiertos y dejándose empapar por las breves gotas de agua.
Lo que impulso a Abdel y a su padre a realizar el viaje, fue porque sus seres queridos estaban muertos y apenas quedaban lugares en el desierto para hacer un alto en el camino.
Su primera parada en el viaje fue Uarzazat, a la sobra de las montañas. Allí había nieve, a Abdel la nieve le pareció la forma más bonita en que se podía transformar el agua.
Quiso llevarse un puñado de recuerdo, pero lo único que consiguió fue empapar el zurrón de queso y pan que llevaban para el camino.
Su siguiente parada fue Marrakech. Abdel nunca había visto tantos cuerpos juntos como allí.
Recorrieron las calles de la medina, los zocos y la plaza de Djemaa el Fna.
En Marraquech había más
habitantes que beréberes en el desierto.
La siguiente parada en el viaje era Tánger.
Allí le compraron los billetes para llegar a España atravesando el Estrecho de Gibraltar al Fifra.
Cruzarían el Estrecho de Gibraltar en la bodega de una barcaza de pesca, el viaje se haría de noche con otros cuarenta pasajeros. El desembarco se haría cerca de Tarifa, en una playa andaluza y una vez allí se dispersaría rápido, porque si la policía española los encontraba, los mandarían de vuelta en manos del ejército marroquí.
La bodega de la barcaza era muy pequeña y apestaba a pescado.
Durante la travesía las olas se estrellaban contra el casco de la barcaza sobrecargada e inundaba la cubierta. Estuvieron a punto de hundirse.
A Abdel le faltaba el aire, se mareó y perdió el conocimiento. Su padre hizo una bolsa de aire a su alrededor con los brazos y le despertó vaciando media cantimplora de agua sobre su cabeza.
Al llegar se escondieron en unos matorrales, estaban a salvo, entonces Abdel se echó a llorar.
Ellos piensan que España es un país hospitalario y que no será difícil vivir allí.
Sobrevivían viajando campo a través, para que no lo descubrieran. Cogían lo mínimo para poder comer.
Cuando empezaron a buscar trabajo no le querían dar porque eran extranjeros y no se fiaban de ellos.
A primeros de Mayo cerca de Marbella, estaban sentados en unas rocas y apareció un hombre marroquí llamado Omar, y el los llevó hasta su jefe, que le ofreció trabajo para construir un chalet.
Cobraría mil pesetas por día, el padre y quinientas pesetas el niño. Dijo el jefe de Omar: dormiréis en el sótano, os proporcionaremos la comida que necesitéis y no saldréis de los limites de la finca porque podrían descubriros.
A Abdel y a su padre no les costo acostumbrarse a la nueva forma de vida que llevaban.
Porque si el secreto estaba en trabajar mucho, entonces era muy facil.
Abdel servia de ayudante. Pero pronto se dieron cuenta de que hablaba español mejor que el resto, así que se convirtió en el traductor oficial entre los jefes y los otros.
Jorge Meléndez y Vicente planas eran sus jefes. Jorge Meléndez era muy gordo y Vicente Planas tenia una nariz increíblemente pronunciada y era muy delgado.
Cuando uno de sus jefes pregunto a Abdel si sabía leer, Abdel dejo que no porque tenía muchas ganas de ir al colegio y creía que así lo mandarían.
Entonces su jefe prometió a Abdel que le mandarían a colegio y que conseguirían la legalización de él y de su padre.
Pero a cambio Abdel tendría que llevar unos paquetes a una persona que llamaban “El Chino”.
Abdel comenzó a sospechar que los engañaban al abrir un cajón y encontrar unos pasaportes falsos: uno de Carlos Humanes y otro de Benito Felguera, en los dos pasaportes se le conocía la cara de Jorge Meléndez.
Se enteró de que no transportaba documentos al ver que Vicente Planas escondía el paquete debajo de una roca.
Así que siguió a sus jefes por la noche en bicicleta y llegó hasta el cementerio.
El cementerio era muy diferente a los que había visto Abdel, estaba lleno de nichos, tumbas y estatuas en honor a los muertos.
En el cementerio se encontraron con Ciriaco el guardia del cementerio que le entregó a sus jefes una llave a cambio de dos botellas de vino, esa llave pertenecía a un lugar que llamaban “El departamento azul”, que era un panteón pintado de azul en el que guardaba todos los paquetes que transportaba Abdel.
Para salir del cementerio, Abdel tuvo que saltar la tapia.
Pasaron los días y Abdel seguía con su misión de espía, y otra de las veces que abrió el cajón descubrió que los pasaportes habían desaparecido y en su lugar había dos billetes de avión y un contrato de venta de la finca por cincuenta millones de pesetas.
Los jefes de Abdel, mandaron a él y a su padre a recoger un paquete se supone que su padre debía ir con el porque el paquete era más grande de lo normal.
De camino a recoger el paquete Abdel le cuenta a su padre todo lo que ha descubierto. Y al recoger el paquete su padre se da cuenta de que era una trampa porque el paquete no era grande.
Así que idea un plan que sería que el padre de Abdel debería ir delante con el paquete y Abdel reseguiría quince metros, si alguno fuera atrapado gritaría en árabe y el otro saldría corriendo.
Entonces cuatro hombres vestidos de paisanos bajaron de un coche, y capturaron a su padre. Así que Abdel salió corriendo y se adentró en un pequeño bosque a las afueras de Marbella, cerca del cementerio y se subió a lo alto de un árbol.
Como no lo encontraban fueron a buscar a los perros, entonces Abdel bajó del árbol y se untó de barro y se subió a otro árbol para a que los perros no pudieran captar su olor.
Antes de que se fueran los policías a por los perros, Abdel vio a Vicente Planas entre ellos y se dio cuenta de que lo habría descubierto buscando en los cajones o espiándolos, y por eso decidió deshacerse de él y de su padre.
A la madrugada Abdel bajó del árbol y sale corriendo sin que nadie lo vea hasta llegar al cementerio, hace un gran esfuerzo para dominar su miedo y salta la tapia para entrar al cementerio, al fin y al cabo es el escondite perfecto, porque a sus perseguidores le impone respeto ese lugar, así que tiene mas posibilidades de que no le descubran.
Dentro del cementerio empezó a buscar refugio y al fin escogió uno, el mausoleo de la familia Ponce Santamaría. En este mausoleo se puede entrar y salir fácilmente saltando una puerta enrejada que no llega hasta el techo, los perros no pueden trepar aunque le huelan, su interior no se podía ver desde fuera pero tenia tres ventanucos que le permitía ver gran parte del cementerio y el panteón azul.
Tenía unas escaleras de mármol que conducían a un pequeño sótano: una cripta minúscula donde según las leyendas de la pared reposaban siete ilustres antepasados Ponce y aún había sitio para otros tres.
Un perro que estaba cerca de la puerta había olido una extraña presencia en el interior del panteón y trataba de llamar la atención de sus amos.
Abdel no sabía que hacer para hacerlo callar, no podían descubrirlo, así que imitó el maullido de un gato.
Para calmar su sed a media noche salió del panteón en busca de agua, aunque también tenia hambre podio aguantar dos o tres días más sin comer.
Se acercó hacia la caseta del guardia, ahí había un grifo y una manguera, sacó de una papelera dos latas vacías de coca cola y las llenó , recogió una piel de plátano y unas mondas de naranja que fue lo único que encontró para comer, y de otra papelera rescató un periódico, tenía que entretenerse en las horas de luz
Al ver una noticia en el periódico sobre su padre entendía porque le tendieron esa trampa, Meléndez y su ayudante debieron saber que sospechaban de ellos, y aunque se confesara la verdad la policía creería a ellos, hombres ricos y poderosos y no a Abdel y a su padre, inmigrantes ilegales.
El hambre de Abdel iba aumentando, la sed la tenia controlada pues ya tenía siete latas de refresco recicladas con agua, pero no encontraba nada para comer, incluso llego a comerse media docena de claveles frescos y le estuvo doliendo la tripa durante horas.
Durante el día se dedica a pensar un posible plan para sacar a su padre de la cárcel.
A la quinta noche no sabía que es lo que le angustiaba más si el hambre o pasar la noche con los siete muertos.
Por la noche vio una cosa que le sorprendió, vio a un chico de unos veinte años flaco y desgarbado que se sentó en un saliente de la verja del cementerio, Abdel pensó que era un sitio y una hora un poco extraño para descansar, al rato vinieron otras dos personas, cuando estaban a la altura del que estaba en la verja este se levanto y les amenazó con una navaja, Abdel no sabía porque lo hizo, pero cuando se dio cuenta había lanzado con su honda y piedra que le dio al atracador en una pierna, el atracador se empezó a quejar y amenazó furiosamente a Miguel y a Alicia, entonces Abdel, lanzó una segunda piedra que le dio al atracador en la mano arrebatándole la navaja, y este salió corriendo cojeando y amarrándose la mano.
Entonces Alicia se acercó a la verja del cementerio, ella sabía que Abdel estaba ahí pero no sabía quien era, entonces dijo: sé que estás ahí, sal, quiero darte las gracias, yo me llamo Alicia y este es mi hermano Miguel.
Abdel no quiso salir de su escondite pero al final lo hizo porque si no Alicia y Miguel contarían lo sucedido y le delatarían. Así que salió y se presentó. Después de presentarse les pidió que lo delataran porque si no le descubrirían pero Alicia no satisfecha quiso hacer un favor más grande por él, le preguntó si no necesitaba nada (ropa, comida, dinero etc...) y Abdel le pudo la tentación y le dijo que tenía un poco de hambre.
Alicia le prometió que a la noche siguiente volverían con comida para él, porque ya era tarde y debían regresar.
Para Abdel fue un regalo el favor de Alicia y haber podido hablar con gente de su edad, después de tanto tiempo.
Como las horas de luz son muy largas y Abdel no puede salir de su escondite las aprovecha para dormir, pero como el hambre era muy fuerte no podía conciliar el sueño.
Fue a ver si el guardia seguía durmiendo, no tuvo que acercarse mucho porque los ronquidos traspasaban las paredes, Abdel no tenía miedo a los ronquidos, al contrario, le tranquilizaba porque su padre también roncaba.
Por fin llegaron Alicia y Miguel con comida para Abdel, le traían casi media despensa de su casa. No habían podido venir antes porque tuvieron que hacerse los dormidos y esperar a que sus padres se durmieran para poder escaparse.
Como Abdel cree que le debe una explicación después de ese favor se trasladan para hablar en un lugar más escondido junto a la puerta de entrada, porque Abdel no podía ser descubierto y porque ellos no querían entrar en el cementerio.
Mientras Abdel le contaba su historia, Alicia y Miguel no le interrumpían.
Después de contarle todo resumido, Alicia y Miguel le prometen que volverán para ayudarle a tender una trampa a sus jefes.
Al llegar Alicia dice: no hay moros en la costa. Después de haber silbado tres veces, Abdel sin saber que está diciendo pregunta: ¿Qué no hay qué?. Entonces Alicia se pone roja y dice: perdona, es una forma de hablar, no me hagas caso.
Abdel le dijo a Alicia que para cazar al gordo y al Planas necesitaba: seis metros de cuerda, una barra de hierro y dos o tres canicas grandes.
Lo primero que deberían hacer era montar la trampa, romper el cerrojo del panteón azul, sacar la droga y esconderlo en otro lugar, pero Abdel se guardaba una bolsa para utilizarla como cebo para que los perros la olieran.
Luego se dedicarían a tender la cuerda al ras del suelo de ciprés a ciprés cruzando el camino por donde obligatoriamente tendrían que pasar el narizotas y su jefe.
Los nudos de la cuerda eran corredizos y desde detrás de una tumbar Abdel podría tirar y hacer que la cuerda se tensara para hacerle tropezar.
Miguel resulto ser un buen escalador y fabricante de nudos.
Abdel se lo dijo y el dijo muy orgulloso: es que yo quiero ser espeleólogo.
Su hermana le miraba con cara de desaprobación, como si quisiera fulminarlo con los ojos, al tiempo que movía la cabeza de un lado para otro, entonces dijo: Miguel a veces pareces un repollo hablando.
Y Miguel contesta: mira tú quien pía, la rubia de la peluquería, esta, mas cursi que un zapato rosa.
Después de estar la trampa preparada, Alicia y Miguel aguardarían a las afueras del cementerio, doscientos metros más allá junto a una cabina de teléfono. A una señal convenida, ellos pondrían en marcha la parte del plan que les correspondían.
Abdel retiraba las cuerdas cada noche para que nadie sospechara nada.
Al cabo de unos días, por una vez las cosas salieron como estaban planeadas.
Abdel vio aparecer el mercedes amarillo del narizota y su jefe por lo alto de la cuesta.
El gordo apagó las luces y enfiló hacia el cementerio, aparcaron junto a la tapia y se dirigieron a la caseta del guarda.
Al igual que la otra vez le entregaron al Ciriaco, dos botellas pero esta vez de ron.
Abdel se situó cerca de la verja de entrada con la farola que iluminaba la carretera. La misma farola que Alicia y Miguel junto a la cabina telefónica estarían vigilando. Esa farola transmitiría el mensaje.
Cuando Meléndez y su matón se dirigían al panteón azul para recuperar la droga, Abdel lanzó con la honda un guijarro redondo y contundente contra la luz de la farola, el cristal y la bombilla saltaron en mil pedazos, esa era la señal.
El gordo y el narizotas dieron un brinco al escuchar el ruido.
Cuando se dieron cuenta de que la droga no estaba en el panteón, regresaron a donde Ciriaco y cuando estaban en el punto exacto Abdel cargó su honda y silbó para atraer su atención.
Solo tenía una oportunidad.
La linterna buscó a Abdel entre las cruces pero antes de encontrarle, la canica salió disparada de su honda contra el haz de la luz, anulándolo en una décima de segundo.
La oscuridad ahora, si era absoluta, antes de que pudiera reaccionar tiro de la cuerda que estaba preparada, lo único que Abdel quería era hacerles perder tiempo. Echaron a corres hacia donde estaba Abdel, tropezaron con la cuerda tensa y empezaron a maldecir y a pedir ayuda.
Abdel tenía que esconderse antes de que Ciriaco le encontrara, cogió el saquito de cocaína que había conservado al esconder el resto y le hizo un pequeño desgarrón con los dientes.
Roció con droga los alrededores como si fuera una lluvia de harina, y fue dejando un rostro de polvo blanco a lo largo del camino, mientras buscaba un lugar donde esconderse.
Antes de alcanzar su refugio, algo le golpeó la nuca derribándolo al suelo, el Ciriaco había sido alertado por los gritos y le había sorprendido por la espalda con un objeto durísimo, probablemente una botella.
Debido al golpe Abdel perdió el conocimiento durante algunos segundos, cuando abrió los ojos estaba en el suelo con el guarda sujetándolo con fuerza.
En un momento vio a los otros dos hombres de pie ante él. El gordo le dio tal patada en el estomago que le cortó la respiración, y tubo que decirles donde había escondido la droga.
Entonces el narizotas dijo: ¡despídete de tu papi y de todos tus muertos, moro de mierda!.
La esperanza era lo último que Abdel podía perder, entonces Meléndez dijo al narizotas que no se lo cargara ahí.
Le ataron y lo amordazaron con las mismas cuerdas que el utilizó. Le arrastraron hasta el coche y lo metieron a golpes en el maletero junto a la droga.
Abdel esperó hasta el último momento que ocurriera un milagro, que apareciera la policía avisada por Miguel y Alicia.
Al detenerse el coche, Abdel que se había quedado dormido, se despertó, le costó recordar donde estaba.
Desde dentro del maletero, escucho algunas voces, poco después ladridos cerca del maletero y aún con los pies atados comenzó a dar patadas con todas sus fuerzas contra el techo.
Tal y como Abdel había imaginado los ladridos eran de perros de la brigada antinarcóticos, y no pararon hasta que alguien abrió el maletero y descubrió un gran cargamento de cocaína y un adolescente atado y amordazado.
Después de todo Alicia y Miguel habían cumplido su parte, en cuanto la luz de la farola que iluminaba la entrada del cementerio se rompiera tenían que llamar a la comisaría.
Los perros pudieron seguir el rastro de la cocaína gracias al sobre que Abdel había rasgado.



Ahora Abdel está en una residencia del centro tutelar de menores.
Los chicos que viven con el protestan por todo y les gusta pelear.
Alicia y Miguel van a visitar a Abdel de vez en cuando, aunque a sus padres no les gusta porque dicen que no es una compañía recomendable.
Una de las chicas que esta a cargo de la casa se llama Charo y dice que quiere ayudarle, pero para eso tiene que confiar en ella, la comida que les dan es muy buena aunque los demás no opinan lo mismo que Abdel.Datos del libro

  • Nº de páginas: 112 págs.
  • Editorial: EDICIONES SM
  • Lengua: ESPAÑOL
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • ISBN: 9788434842717
  • Año edicón: 2002
  • Plaza de edición: MADRID